LAS DROGAS Y LA ARGENTINA:
ENTRE LO RAZONABLE Y LO REALISTA
Los
abajo firmantes—que en mayo último presentamos el Documento “La Argentina y la
Cuestión de las Drogas: Una Propuesta para Repensar el Debate Público”—queremos
hacer un nuevo aporte al debate en torno a las drogas; tema que, por distintas
razones y con diferentes propósitos ya está instalado en la Argentina.
No
compartimos en absoluto la perspectiva de quienes prefieren negar la expansión
del fenómeno y categóricamente no acompañamos las voces de quienes quieren
conducir a la Nación a una fallida cruzada contra las drogas. Conceptualmente,
sostenemos que el núcleo del problema se origina en su prohibición y que la
evaluación de modelos regulatorios sería más aconsejable. Subyace a esto una
convicción profunda: es ingenua y peligrosa la meta de alcanzar la total
eliminación de las drogas. Por el contrario, la meta bien podría ser la
contención de este asunto; es decir, reducir sus efectos sociales, políticos,
institucionales y económicos más dañinos.
Así, por un lado, el objetivo de
la prohibición es lograr la abstinencia frente a determinadas sustancias
psicoactivas y así crear una sociedad libre de drogas. Ello implica, en
consecuencia, suprimir el cultivo, la producción, el procesamiento, el tráfico,
la distribución, la comercialización, la financiación, la venta y el consumo de
un conjunto específico de sustancias psicoactivas declaradas ilegales. La
“guerra contra las drogas” pone de manifiesto una campaña prohibicionista de
corte militante que busca suprimir, preferentemente con fuertes medidas
represivas, el fenómeno de las drogas en cada uno de sus componentes y fases.
Alternativamente, y por otro
lado, ponderar el valor de esquemas de regulación implica pensar y actuar con
un horizonte de largo plazo y una perspectiva heterodoxa abiertos a proponer y
ensayar opciones innovadoras. En esa dirección, contemplar la regulación
modulada resulta esencial: esto es, establecer un tipo de regulación específica
por droga de acuerdo a los daños que cada una causa. Se trata de desagregar el
universo de sustancias psicoactivas ilegales porque no todas las drogas son
idénticas en su naturaleza y efecto y diseñar regímenes de regulación
especiales. Además, se trata de identificar mecanismos regulatorios en toda la
cadena productiva, desde la demanda hasta la oferta. Operar sólo en un eslabón
sin operar en todas las fases crearía una situación disfuncional sólo
aprovechable por la criminalidad organizada transnacional.
Advertimos,
que el sendero pro “guerra contra las drogas” que algunos sectores quieren
implantar definitivamente en el país ha sido, urbi et orbe, un fracaso; que se ha convertido en un estímulo para
una violencia desbordada que afecta principalmente a los sectores más
vulnerables de la sociedad; que le brinda una rentabilidad monumental a
organizaciones criminales cada vez más transnacionalizadas y asertivas; que
alimenta niveles de corrupción enormes y extendidos socavando el sistema
policial, judicial, político, empresarial y estatal; y que alienta una
sub-cultura de la ilegalidad que erosiona el Estado de derecho y hasta la misma
democracia.
Y
añadimos que de lo anterior se deriva una idea fundamental: una política
pública virtuosa contra las drogas exige dotar a un Estado de mejores
capacidades; capacidades que, a su turno, facilten una mirada estratégica, una
acción centralizada, una coordinación eficaz y una rendición de cuentas
transparente.
Ahora
bien, en esta oportunidad queremos presentar algunas recomendaciones que,
esperamos, aporten a una mayor y mejor deliberación sobre el tema.
Primero,
creemos que la Argentina requiere un diagnóstico actual del asunto de los
narcóticos en el plano interno así como la identificación del lugar del país en
la compleja geopolítica global de las drogas. Nos parece conveniente dos tipos
de iniciativas para mejorar y ahondar el conocimiento sobre el tema:
A. Que
se convoque a una Comisión Especial que, a partir de un enfoque multidisciplinario
y plural, le brinde al país y a todos sus ciudadanos un Informe con una
apreciación integral sobre el fenómeno de las drogas que sirva de guía para la eventual
formulación de políticas públicas en la materia; máxime en el contexto de una
futura campaña presidencial que exigirá que los candidatos se nutran de análisis
rigurosos y sistemáticos antes que proclamar propuestas altisonantes y
demagógicas.
B. Que
las universidades, los centros de investigación, las organizaciones no
gubrenamentales, los think-tanks de
los partidos políticos, y los institutos de estudio de las asociaciones
empresariales, entre otros, desarrollen trabajos basados en la evidencia para
así ofrecer al Estado y la sociedad materiales de comprensión y argumentación
sobre el fenómeno de las drogas.
Segundo,
consideramos que es importante avanzar en la discusión pública y política
acerca de las ventajas de establecer una Agencia Federal de Investigaciones
que, siguiendo modelos como el británico, refuercen la capacidad del Estado de
desarrollar labores de inteligencia criminal y policía de investigaciones que
posibiliten atender con mayor éxito los desafíos generados por la criminalidad.
Al evaluar experiencias comparadas de políticas contra la delincuencia
organizada resulta evidente que las más eficaces, en el marco de la democracia,
son aquellas que procuran una mayor centralización, una mejor coordinación y
más transparecia.
Tercero,
pensamos que sería valioso que el Poder Ejecutivo y el Legislativo se abocaran
a examinar y revisar las leyes vigentes en materia de drogas, así como a
proponer y debatir legislación que eleve la capacidad de acción estatal. Por
ejemplo:
A. Tanto
la Ley de Tenencia y Tráfico de Estupefacientes de 1989 como la llamada Ley de
Desfederalización de 2005 podrían ser objeto de una profunda evaluación y
eventual reforma pues sus resultados efectivos han sido, según los estudios
disponibles tanto oficiales como independientes, mediocres.
B. Asimismo,
el Estado requiere un sistema nacional de información y cuantificación moderno sobre
los problemas de narco-violencia, droga-dependencia y narco-lavado. Dado que es
pobre la estructura vigente de recolección y análisis de datos acerca de los
distintos eslabones que hacen al fenómeno de las drogas sería prudente estudiar
con qué instrumento y de qué modo se puede robustecer un componente básico de
toda buena política pública: contar con evidencia actual y fiable.
Cuarto,
parece adecuado, según lo que se conoce internacionalmente al respecto
reorientar el esfuerzo presupuestario que hoy se destina a atender el tema de
las drogas. De acuerdo a un estudio (“Algunos análisis económicos sobre las
sustancias psicoactivas en la Argentina”) de 2011 del SEDRONAR el monto total
que el Estado destina al tema de las drogas equivale al 1.2% del PIB. El 95% de
lo que se denomina “Presupuesto de Drogas” se orienta a controlar la oferta y
apenas 5% a reducir la demanda (4% a tratamiento y 1% a prevención). Estudios
realizados hace años en Estados Unidos por la RAND Corporation (por ejemplo, el
de C. Peter Rydell y Susan S. Everingham de
1995) y posteriores trabajos internacionales han demostrado que las medidas
orientadas a disminuir la demanda son siete veces más efectivas que las
destinadas a contrarrestar la oferta.
Quinto,
sugerimos que la Argentina podría conectarse a una tendencia promisoria en
materia de drogas. Mundialmente están avanzando las medidas locales,
provinciales y nacionales tendientes a reducir los daños, tanto individuales
como colectivos, provocados por la narco-violencia y el consumo de
estupefacientes. La experiencia relevada y los estudios realizados, en especial
en América Latina, han comprobado que, en la práctica, los actores mayoritariamente
maltratados por la “guerra contra las drogas” son los sectores sociales más
vulnerables. Reducir el daño apunta a proteger a los adolescentes, las
comunidades más afectadas por la violencia generada por el emporio de las
drogas y las familias menos atendidas. Ejemplos recientes en países vecinos
como Brasil mediante iniciativas como la llamada “Brazos Abiertos” que buscan
ofrecer alojamiento, alimentos y oportunidades laborales para consumidores de
paco muestran resultados iniciales positivos.
Sexto,
opinamos que es relevante que los medios de comunicación aporten a elevar la
calidad de la deliberación pública en torno al fenómeno de las drogas: lo que
no necesita hoy el país es un amarillismo adictivo que refuerce los temores y
estereotipos que, más temprano que tarde terminan en campañas anti-drogas
peligrosas e inútiles. En todos los casos regionales en los que los medios de
comunicación se sumaron, ex profeso o inadvertidamente, a la lógica de la
“guerra contra las drogas”, se reforzó la actitud oscilante de la opinión
pública frente a las drogas que lleva a momentos de indignación e histeria
seguidos de etapas de frustración y fatiga: ni lo uno ni lo otro aporta a una
política de Estado en la materia.
En
síntesis, la Argentina no puede seguir sonámbula ante la gradual pero asertiva
expansión del narcotráfico. Si no se atiende
de manera razonable y realista el problema de las drogas a partir de un
diagnóstico preciso y la aplicación de medidas certeras el país se tropezará
con un reto mayúsculo. Las seis propuestas específicas aquí indicadas procuran,
en esencia, evitar lo que tanto han padecido otros países. Y finalmente, hay
que tener en cuenta siempre que el problema de las drogas es un síntoma de algo mucho
más hondo y su eventual superación requiere afrontar las dificultades y retos
estructurales que lo nutren y multiplican.
Agustín Colombo Sierra, Nicolás Comini, Enrique Del Percio,
Rut Diamint, Alberto Fohrig, Ernesto López, Juan López Chorne, Pablo Martínez,
Pepe Paradiso, Raúl Sánchez Antelo, Luis Tibiletti, María de la Paz Tibiletti,
Juan Gabriel Tokatlian, José María Vázquez Ocampo.
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